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Lo que hay detrás de un nombre
A mi papá siempre le gustó viajar de noche. Por eso, cuando cada verano salíamos en auto rumbo a Mar del Plata, una ciudad balnearia a cuatro horas de Buenos Aires, lo hacíamos después de cenar. O mejor dicho, después de que mi mamá revisara, tres o cuatro veces, que la plancha hubiera quedado desenchufada, las puertas bien cerradas y el gas apagado. Tras ese ritual, y con el auto cargado a más no poder, nos subíamos con mis dos hermanas al asiento de atrás del Peugeot 504. Mi papá había tejido a crochet una hamaca que, colgada sobre el...